La mejor vendedora del mundo

Poca gente que yo conozca está más orgullosa de sus abuelos como lo estoy yo.

Y cada vez que pasan los años, más valoro todo lo que hicieron.

A los abuelos se les respeta y se les quiere. Pero es que para mí son mis referentes y los admiro a partes iguales. Mi abuelo carpintero por su bondad, humildad y perseverancia, y mi abuela por su forma de ser y su visión de emprendedora y vendedora.

En este caso, te hablaré de mi abuela.

 

La Amparichi, como le decían, fue una empresaria referente, muy conocida y querida aquí en Utrera.

Recibió su Mostachón de Oro, un premio anual que se otorga a la gente de Utrera por su trayectoria profesional, empresarial o labor social.

Y es que en muchas ocasiones ella donaba ropa (ahora te cuento por qué) sin esperar nada a cambio a muchas familias utreranas que en la época no tenían para comprar ropa.

No puedo sentir más admiración por alguien que lo ha dado todo por su gente, por su familia, por su forma de ver y tomarse la vida. Y que, siendo mujer al comienzo de los años 60 en España, en pleno franquismo, decidió romper con todas las costumbres y convencionalidades de su época construyendo su propio negocio en su propia casa.

Primero vendiendo juguetes, para pasar más tarde a vender ropa, hasta el 2005, cuando el puto alzhéimer la obligó a cerrar.

 

Mi abuela Amparichi me enseñó a no mostrar necesidad para conseguir siempre algo mejor.

Hasta hace un tiempo no me di cuenta de por qué realmente mi abuela a veces me usaba como conejillo de indias a la hora de ir a comprar telas y ropa.

Sí, esto es una historia sobre una estrategia para comprar, pero que puedes aplicar a la venta y a la negociación.

Escucha.

Cuando era pequeño iba muchas tardes a jugar allí entre mujeres, telas, dedales y alfileres, cuando no estaba en la carpintería de mi abuelo con el serrín.

Muchas veces, mi abuela me llevaba a cobrar a los clientes.

Porque ella en aquella época fiaba a la gente y todos los viernes iba con mi abuelo (y yo, a veces) a recaudar el dinero.

Así era ella. Así era la época...

Pero una tarde me llevó a comprar ropa a unos grandes almacenes de Sevilla a los que solía ir.

Lo que pasa es que esta vez necesitaba hacer una gran compra porque se avecinaba la vuelta al cole y le había cogido el toro. Tenía que vestir a los niños de media Utrera.

Cuando llegamos, justo antes de entrar en el almacén para saludar y negociar con el dueño o vendedor, me dijo algo parecido a esto:

 

Pablo, cuando te mire o te diga si te gusta la ropa, dices rotundamente que NO. Te miraré varias veces. Aunque te guste la ropa, dices NO moviendo la cabeza. Llegará un momento en el que te diga: Esta sí te gusta, ¿no, Pablo? Entonces ahí ya puedes decir que SÍ.

 

Yo no sabía de qué iba el tema, pero le hacía caso porque era mi abuela. Siempre me encantaba irme de aventura con ella porque era la mejor.

Era mi abuela... si me decía que dijera que no, lo hacía.

 

Pues bien.

Cuando entramos, nos encontramos con el dueño y subimos un momento a su despacho.

Recuerdo que ella le decía algo como:

 

Estoy pasando la tarde con mi nieto y hemos venido a dar una vuelta a Sevilla. De camino hemos pasado por aquí para ver algunas cosas.

 

La primera en la cara...

Mi abuela le decía al vendedor que ella no tenía prisa y que estaba disfrutando de la tarde con su nieto.

Es como decirle: si no compro nada, tampoco pasa nada, estoy pasando el día con mi nieto.

Bajamos a la planta donde estaba toda la ropa. Recuerdo que todo era inmenso, o al menos para mí en aquella época.

Entonces comenzó el espectáculo.

Ella le dijo lo que estaba buscando y el hombre iba mostrándole la ropa.

Ella le preguntaba por el precio y el vendedor se lo decía. Me miraba sin decirme nada, y yo, sin decir nada, movía la cabeza y decía que NO.

Y entonces...

El hombre rápidamente sacó otros modelos de ropa para niños.

Mi abuela preguntaba el precio y me miraba.

Y yo llevaba a cabo mi única misión como buen nieto...

 

NO.

 

Esto lo hicimos repetidas veces y el hombre cada vez estaba más nervioso.

Sabía lo que podía comprar mi abuela, pero también sabía que ella podía irse con las manos vacías y con su nieto por la puerta.

Mi abuela, en alguna ocasión, le pedía al vendedor que me dejara probar algunas camisetas y pantalones cortos, supongo que para hacerlo más real, y yo volvía a decir que no, no y no.

Cuanto más duraba el proceso, más sudaba el vendedor.

Hasta que el hombre, poco a poco, fue incluyendo descuentos, ofertas, rebajas de precio y 3x1, 2x1... y otras formas de rebajar el precio sin que lo pareciera.

Entonces, cuando eso sucedía, era cuando mi abuela me decía:

 

¿Esto sí te gusta, no, Pablo?

 

Y yo decía que SÍ, por fin...

Ella conseguía en todos los lotes de ropa los mejores descuentos y ofertas que el vendedor estaba dispuesto a ofrecer, simplemente mirándome y yo diciendo que no.

Mi abuela era muy veterana en el negocio y conocía las mejores técnicas de ventas.

Y claro... aplicaba la misma psicología de vendedora, pero desde la parte de compradora.

 

El aprendizaje de esto es sencillo.

Mi abuela, además de jugar con el tema emocional y de usarme a mí para intentar bajar los precios de la ropa que iba a comprar (sabía mucho la jodida),

Mis noes significaban que no tenía necesidad de comprar porque si a su nieto no le gusta la ropa, a las madres y a los niños de Utrera, tampoco.

Además de la ya comentada falta de prisa, que es otro factor psicológico.

Entonces, si juntas que no hay prisa por comprar y que un niño de 8 años constantemente le dice a su abuela que no y que no,

El vendedor está tan nervioso que lo único que hace es bajar su precio o buscar ofertas atractivas para quitarse de en medio su producto.

Mi abuela me enseñó muchas cosas y cuando era niño quizá no me enteraba de nada, pero ahora, algo más crecido, se lo agradezco siempre mirando al cielo.

 

Nunca muestres signos de necesidad frente a nadie en el mundo.

Decir NO vende más

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➱ o eres copywriter, básicamente: alguien que escribe para vender. Una habilidad tan antigua como el comercio. Aunque muchos crean que esto es algo nuevo, encontraron un anuncio en papiro del 3.000 a.C. en Tebas (Egipto) donde un comerciante buscaba a su esclavo perdido, pero de paso, el cabrón promocionaba su negocio de ropa.

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